Prosopografía imparcial de un primer año de universidad
Comenzaré con la vana intención de dar escritura a lo que a mi parecer son aquellos elementos de irrelevante importancia aparente, lo que quiere decir de una u otra manera que, aquellos elementos, vienen a funcionar como ente equilibrador de un todo llamado "un primer año de universidad". Es necesario señalar que la elección es azarosa e imparcial.
Comenzaré con la vana intención de dar escritura a lo que a mi parecer son aquellos elementos de irrelevante importancia aparente, lo que quiere decir de una u otra manera que, aquellos elementos, vienen a funcionar como ente equilibrador de un todo llamado "un primer año de universidad". Es necesario señalar que la elección es azarosa e imparcial.
En un costado muy pegado al sol de la mañana, nos podemos encontrar con un animal
en pleno desarrollo biológico que presenta serias similitudes humanas, pero con rasgos muy determinados que
bien pueden ser asociados a la imagen del Equus africanus asinus
o, comúnmente conocido como el burro, característico en sinfín de películas
animadas, y figura que por años ha simbolizado la testarudez humana. De su
cabeza de cabellos negros, en alocada cascada, una serie de lulos, que en jerga urbana denomínanse dreadlocks, pequeñas especies de motas peludas que brindan una sensación grotesca y fundada en la ya compratida idea de ser un acceso social, determinado
por la vanidad inherente a cada ser. Sigamos. A su lado, un ser humano con
determinaciones bastante particulares, fielmente acompañado por unos anteojos
de tipo hípster, que muy lejos de dar acento atractivo al arquetipo,
entregan una evidente connotación de inusual tontera, unas ganas infinitas de
dar rienda suelta al, supuestamente, sin número de seres que componen su
familia y devolverlos todos a su origen uterino. Vestido con ropas apretadas dando sensación de estar en presencia de un embutido, bien ajustados sus
órganos a la tela de sus vestiduras. Además, es necesario agregar, un tono de
voz semejante al pájaro del desierto, que, en virtud de alguna presa, en
hilarantes y agudos chillidos logra espantar a cualquier ajeno que ose usurpar
su presa. Más atrás, un sujeto gigante de amplias mejillas y de barriga
prominente. En igual descripción, una mujer que a simple vista es asociada a
una tribu meridional de cabellos profundamente rizados y de cabeza reducida,
con exuberantes glúteos que se esparcen desenfrenadamente, además de serias
desalineaciones entre su torso y sus piernas. Cambiando radicalmente de fila
descriptiva, encontrémonos con el desalentador panorama de una serie de muchachuelas
que, en imperioso afán por hallarse en leal amistad, han organizado
artificialmente un grupo que denominaremos como las amiguis, ellas, cada
una con acentuada diferencia orgánica da cabida a inusuales comportamientos. La
hay una que intenta ocultar inocultable voluptuosidad física en hermosos
ropajes de exclusiva estofa, habiéndola otra que, más allá de la religión que
la ampara, demuestra sin querer, una serie de pecados que la condenan en
silencio, uno de ellos la lujuria, quien un tal creyente fabuloso ha desatado
innumerables pasiones a nivel general. Otra, que bien debiera pertenecer a otro
grupo, mucho más mesurado y silencioso, da muestras de aceptación al cual sólo
responde con sonrisas e intermitentes acomodaciones de sus lentes. Cabe señalar
que físicamente la muchacha está muy bien. A diferencia de sus coetáneas, de la
cual se me olvida nombrar a flamenco curicanus. Alta mujer, famélica y mal
presupuestada en sus dimensiones. Me perdone Él, por desclasificar productos de
su creación maravillosa. Así finaliza la primera parte de esta prosopografía
imparcial de un primer año de universidad.
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